miércoles, 18 de mayo de 2011

Programas de autoayuda: una reflexión crítica

Autor: Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net

La ayuda que pueda venir de los cielos es infinitamente más completa y más eficaz que la que ofrecen muchas de esas técnicas vacías de trascendencia e incapaces de abrirnos una esperanza completaImágenes

Si Dios existe y si se interesa por nosotros, el camino para corregir los males entre los hombres tiene que llegar de lo alto
Las situaciones de amargura, tristeza y depresiones en las que viven tantas personas explican el gran éxito de este tipo de técnicas
Las técnicas y programas de autosuperación, autoayuda, autocapacitación, autoeducación, así como teorías sobre el potencial humano y sobre la autorrealización, no son algo nuevo. Con variantes importantes existían ya en algunas escuelas filosóficas del mundo griego antiguo y en diversos caminos espirituales de lo que llamamos como ‘Oriente’.
Esas técnicas y programas no son homogéneas. Entre ellas se dan variantes más o menos profundas. Pero en el fondo se construyen sobre algunas premisas o suposiciones comunes. Vamos a fijarnos en dos de esas premisas.
La primera afirma la existencia en cada ser humano de fuerzas y capacidades naturales que, bien conocidas y aprovechadas, permitirían lograr un buen desarrollo personal, orientarse hacia metas buenas, llegar a ser felices, resolver satisfactoriamente los propios problemas.
Identificar esas fuerzas no es fácil. Además, las distintas propuestas y escuelas identifican fuerzas positivas diferentes y, en ocasiones, casi contrarias respecto de lo indicado por otras escuelas.
Para algunos, por ejemplo, el instinto que lleva a los placeres básicos sería una fuerza positiva, como defendía en el pasado el epicureísmo, y como en parte defienden algunos grupos libertinos o hedonistas. Para otros, lo positivo natural consistiría en esa capacidad de autocontrol racional que nos permite vivir rectamente, según una idea ya presente en los estoicos y repropuesta por autores como Kant.
Contraponer estas dos tendencias tan diferentes permite darnos cuenta de que no resulta fácil identificar cuáles sean las fuerzas positivas y naturales que los seres humanos deberían usar correctamente para alcanzar, por sí mismos, la felicidad.
La segunda premisa es que los males, sufrimientos, angustias, desalientos, surgen o por falta de conocimientos o por un influjo negativo de la sociedad. En el caso de un conocimiento insuficiente o inadecuado, bastaría con conocerse a uno mismo de modo correcto para reorientar la propia vida y conquistar así la armonía y la felicidad tan deseadas. En el segundo caso (haber sido condicionados por un ambiente negativo), habría que reformar la sociedad o cambiar el ambiente para eliminar influjos dañinos y para promover una serie de mecanismos que permitan entrar en el modo correcto de pensar y de actuar.
Estas dos premisas, más o menos unidas entre sí, explican la abundancia de libros, métodos, conferencias, gurús y sistemas orientados a ayudar a las personas a salir de situaciones negativas y a introducirlas en el camino de la plena autorrealización personal. En general, las técnicas de autoayuda no cierran los ojos a las muchas dificultades que impiden ser felices a millones de seres humanos, pero suponen que con una guía acertada sería posible salir del túnel (de la caverna, si usamos una imagen ya presente en Platón) de prejuicios o influjos negativos, y así empezar a vivir de modo nuevo, pleno, realizado.
Las situaciones de descontento, amargura, tristeza, depresiones más o menos profundas en las que viven tantos y tantos hombres y mujeres del presente explican el gran éxito de este tipo de técnicas.¿Quién no se siente atraído al escuchar que puede, a través de un libro, de unas conferencias o de varios fines de semana de ‘tratamiento’, romper con un presente gris y aburrido para entrar en un horizonte maravilloso de experiencias gratificantes? ¿Quién no siente el deseo de probar un secreto o una fórmula casi mágica para empezar a vivir de modo feliz y realizado?
Pero aquí empiezan a surgir numerosos problemas. Por un lado, ¿qué técnica sería la mejor? El mercado de los métodos de autoayuda es enorme. El pluralismo de promesas, ¿no indica que algo no va bien? Alguno dirá que no existe una técnica para todos, sino que cada uno debe encontrar la que mejor cuadre con su situación. Pero entonces, ¿no caemos en un subjetivismo peligroso? Además, ¿no ha habido (y hay) técnicas y grupos que llevan al fanatismo, al engaño de grupo, al plagio, incluso a formas de depravación sectaria?
Por otro lado, ¿basta con saber para empezar a vivir bien? La experiencia personal nos dice que un buen libro puede suscitar emociones o llevar a clarificaciones mentales más o menos interesantes, pero luego el peso de la propia psicología, ciertos hábitos arraigados, presiones del ambiente, hacen que lo reconocido como válido sea incapaz de provocar decisiones firmes, sin las cuales es imposible iniciar un cambio profundo de conductas.
Sería erróneo, a partir de lo anterior, declarar que todo lo que se ofrece en este tipo de técnicas no sirva para nada. A veces un buen consejo, un poco de luz para conocerse a uno mismo, permite salir de situaciones de estancamiento que nos dañaban por meses o incluso por años. Además, en cada ser humano hay energías interiores que, bien usadas, llevan a avanzar hacia metas buenas, hacia conquistar importantes, hacia mejoras en la vida personal y en las relaciones con los demás.
Sin embargo, muchas veces percibimos cierto desorden íntimo que nos impide vivir según principios sanos y que nos arrastra hacia ese mal que no queremos hacer. La famosa frase de Ovidio, ‘video meliora proboque, deteriora sequor’, vale para todos los tiempos y culturas, para los hombres con títulos académicos y para quienes no consiguieron nunca ir a la escuela.
Es cierto que si ponemos a la obra lo que reconocemos como ‘peor’ es porque esperamos alcanzar algún beneficio, más placer, más poder, más dinero. Pero también es cierto que el beneficio alcanzado desde lo malo deja una extraña tristeza en el alma, al percibir la propia bajeza y fragilidad, al reconocer que uno ha renunciado a valores buenos para buscar felicidades fugitivas y muy frágiles.
Habrá quienes digan, entre los múltiples sistemas de autoayuda, que no existen cosas malas ni cosas buenas, y que basta con un poco de lectura para reconocer que todo estaría permitido, que cada ser humano decide cómo invertir sus capacidades según le indiquen las preferencias y gustos del momento. De este modo, según este tipo de teorías, desaparecerían los sentimientos de culpa y el hombre acogería con gran serenidad de espíritu cualquier estilo de comportamiento que escogiera. Pero, ¿es eso una vida auténticamente humana? ¿De verdad, podemos decir que vale todo? ¿No hay hechos y situaciones que nos despiertan y sacuden ante felicidades de fogueo que al final cansan no sólo al mismo sistema nervioso, sino también a ese corazón que tenemos y que busca lo grande, lo bueno, lo bello, lo justo?
Además, ¿qué decir a quienes, por enfermedades físicas o psicológicas, por opresiones e injusticias profundas, transcurren la propia existencia entre dolores profundos? ¿Basta una ciencia como la de los estoicos para contentarse con el propio destino y vivir tranquilos, incluso entre cadenas y chinches que muerden la propia carne?
Ante este tipo de preguntas quedan dos alternativas: o la aventura humana se limita a lo terreno y termina con la muerte, sin que exista ningún Ser supremo dispuesto a actuar a favor de los hombres; o existe Alguien (Dios) no sólo bueno, sino también interesado en actuar a favor de los hombres y en defensa de la justicia.
Muchas técnicas de autoayuda suponen lo primero: todo se decide en esta vida y para esta vida; a lo sumo, dejan a Dios en la periferia, como algo opcional que puede creerse o dejarse de lado según la satisfacción que cada una de las alternativas produzca en la persona concreta. Pero de este modo cierran a la experiencia humana un horizonte importante, irrenunciable, de esperanza.
En cambio, si Dios existe y si se interesa por nosotros, el camino para corregir los males entre los hombres tiene que llegar precisamente de lo alto. La ayuda que pueda venir de los cielos es infinitamente más completa, más entusiasmante y más eficaz que la ofrecida por muchas técnicas de autoayuda vacías de transcendencia e incapaces de abrirnos a una esperanza completa.

VARGAS LLOSA VS CARDENAL CIPRIANI

L´ Osservatore Romano

Edición del 23 de enero de 2003

Perú: Declaraciones del Cardenal Juan Luis Cipriani, Arzobispo de Lima

LA IGLESIA TIENE EL DEBER Y EL DERECHO
DE DEFENDER LA VIDA

Se aviva el debate sobre el aborto en el Perú. Ante las polémicas declaraciones sobre el compromiso de la Iglesia en defensa de la vida, lanzadas por un escritor peruano naturalizado español, y famoso por haber postulado a la Presidencia del país, el Arzobispo de Lima y Primado de la Iglesia en el Perú, el Cardenal Juan Luis Cipriani, dedicó el programa que conduce cada sábado en la emisora radial RPP -llamado "Diálogo de Fe"- al rol de la Iglesia en la defensa de la dignidad humana, ante la amenaza que representa el aborto.

"Como Iglesia -manifestó el Cardenal- no podemos imponer una decisión en el campo político, pero podemos predicarla, hacerla pública y contar con aquellos laicos católicos, expertos en biología, genética, demografía, antropología y sicología, que pueden explicar los progresos científicos sobre las cuestiones de la vida desde el primer instante y sobre los métodos de planificación".

"Dejen que la Iglesia explique, hable, haga pública su posición y permitan a los hombres de fe que pongan en práctica los principios que el ser fiel comporta, sin obligar a nadie a hacer lo contrario"-agregó-.

El Arzobispo de Lima luego hizo notar que "incluso las personas más alejadas de nuestra posición sobre el aborto, reconocen que la Iglesia tiene el deber y el derecho de defender la vida, y esto lo haremos siempre, aún a riesgo de la impopularidad".

Refiriéndose más específicamente a las acusaciones lanzadas por el escritor, el Cardenal le recordó que ya cuando era Arzobispo de Ayacucho había lanzado duras críticas contra la campaña de esterilización masiva llevada a cabo durante el gobierno del presidente Fujimori. "Hablé en el momento oportuno -dijo al respecto-Ahora lo he repetido sólo para refrescar algunas memorias que muchas veces olvidan forzosamente".

En efecto, entre enero y marzo de 1998, los medios de comunicación dieron una amplia difusión a las reiteradas declaraciones del Cardenal Cipriani contra los métodos de planificación familiar aplicados por el Estado; un compromiso que entre otras cosas le valió fuertes críticas de parte de sectores representativos del gobierno de entonces.

El Primado de la Iglesia en el Perú recordó también que "cuando el Ministerio de Educación preparó algunos exámenes en los cuales se manipulaba la información sexual de la infancia, sostuve abiertamente que dichos exámenes debían ser tirados a la basura. Recuerdo que aquella postura mía produjo efectos que no había considerado: el Primer Ministro y Ministro de Educación de aquella época, Dante Córdoba, fue separado del ministerio", dijo.

Finalmente, refiriéndose a las acusaciones del escritor en el sentido que el aborto es un tema delicado que enciende los ánimos y provoca beligerancia verbal y a veces física, el Cardenal dijo que no se puede hablar ciertamente "de alguna beligerancia, mientras confiemos en la Palabra de Dios y busquemos simplemente poner en práctica la verdad que poseemos".

"Si alguna vez se usan palabras poco acertadas, hay que tener el coraje de decir "me equivoque". Pero en el fondo del tema no me equivoque, no se puede estar de acuerdo con el aborto porque un católico no puede estar de acuerdo con lo que representa un homicidio" -agregó-.

También en los Estados Unidos las declaraciones del escritor peruano suscitaron réplicas y comentarios.

Steven Mosher, presidente de la organización norteamericana que denunció los casos de esterilización forzada durante el gobierno de Fujimori y llevó la denuncia hasta el Congreso de los Estados Unidos, desmintió al escritor.

"El Cardenal Cipriani -precisó Mosher, responsable de la Organización de los Derechos Humanos "Population Research Insitute" (PRI) con sede en Virginia - tuvo un rol decisivo en el esfuerzo por detener la campaña de planificación familiar forzada del presidente Fujimori". Para Mosher, la Iglesia peruana tuvo un rol decisivo en la lucha para poner fin a esas violaciones.

Según el investigador, el PRI ayudó al Cardenal Cipriani a presentar al mundo los abusos inhumanos de las campañas de esterilización, por lo que "es difícil entender por qué este escritor niega la evidencia. Debería saber que cuando se comentan los abusos sobre los derechos humanos, uno se debería concentrar en los hechos, no en la fantasía".

La organización sostiene que a fines del año 1997, el Cardenal Cipriani, actuando junto con la Conferencia Episcopal Peruana, invitó al PRI para que indague las violaciones de los derechos humanos de la campaña de Fujimori.

Con la colaboración de la Conferencia Episcopal Peruana, un grupo de investigadores del PRI visitó el Perú a inicios de 1998 y entrevistó a mujeres de diversas partes del país. De esta manera recogió pruebas directas de serias violaciones a los derechos humanos.

Las informaciones recogidas en el Perú permitieron al PRI elaborar un documento de 30 minutos con el cual se pudo advertir a las mujeres peruanas sobre la campaña de esterilización y de sus tácticas; además, se invitó a las víctimas de estas prácticas a Washington para participar en una conferencia de prensa que atrajo la atención de medios de comunicación internacionales y de la opinión pública mundial sobre las campañas de Fujimori.

Las víctimas fueron enviadas a testimoniar incluso ante el Congreso de los Estados Unidos, mientras que en el Perú, el Ministerio de Salud de Fujimori anunciaba que se adoptarían medidas para poner fin a los abusos.

El Parlamento estadounidense aprobó una ley llamada enmienda Tiarhrt, que protege el derecho de las mujeres y de sus familias en los programas de planificación familiar.

"No hubiera sucedido nada sin la iniciativa del Cardenal Cipriani ni de la Conferencia Episcopal Peruana", dijo Mosher. "Es por este motivo que el Cardenal fue atacado por el Gobierno de Fujimori a inicios de 1998. Como gran protagonista en el esfuerzo por frenar la campaña de esterilización de Fujimori, el Cardenal Cipriani es un héroe. Se le debería agradecer y no criticar por los esfuerzos desplegados en la protección de la dignidad de la persona humana", afirmó.